Ya queda menos para el preestreno de Mi crimen, y poder disfrutar del coloquio online con François Ozon, pero mientras os traemos unas declaraciones de Nadia Tereskiewicz en las que responde a la pregunta ¿Cómo ser sincero cuando estás actuando y por lo tanto, mintiendo?
Mi respuesta fue ponerme del lado de Madeleine en todo momento, ser sincera en todas las situaciones. Creo en ella. Es espontánea, nunca planea nada por adelantado. Ella sigue adelante lo mejor que puede: a veces tiene una actitud suicida y otras veces, para el cine, se muestra ligera y entusiasmada. La vemos enamorada, traviesa, incluso manipuladora, pero siempre por una buena causa. A su manera, es una persona pura.
Madeleine es joven y sigue soñando con los papeles que podría hacer, pero le impulsa una fuerza totalmente irrefrenable. La realidad de la vida se impone. Ser actriz significa darse cuenta de que incluso cuando actúas, cuando mientes, la vida es lo más importante. Durante su juicio, Madeleine recita un texto que se aprendió de memoria, pero acaba diciendo lo que realmente cree: «¿Sería posible, en 1935, que una mujer tuviera una carrera y una vida sin restricciones, con plena libertad y plena igualdad?»
Madeleine es una oportunista y busca llamar la atención, pero también se da cuenta de que puede ayudar a mejorar la situación de las mujeres. Primero lo hace con cierta inocencia y después con convicción. Se convierte en una voz moderna en una sociedad patriarcal donde las mujeres aún no tienen ni derecho al voto ni a tener una cuenta corriente propia. Para las mujeres de los años 30, la elección se limitaba a ser una esposa legítima o una amante oculta. Madeleine y Pauline quieren escapar a esos condicionamientos. Harán todo lo que puedan para conseguir la autonomía como mujeres. Luchan con todas las armas a su alcance, de forma instintiva, manipuladora, pero sin cinismo ni malicia. Pueden parecer antipáticas, pero eso no nos impide ponernos de su lado. Están defendiendo una causa, su causa. La causa de las mujeres.
En su adaptación de la obra original, François ha sabido destacar las sorprendentes similitudes con nuestra época. Su película es profundamente feminista. Cuando leí el guion, me conmovió el vínculo de sororidad entre Madeleine y Pauline. Es fuerte, indestructible. ¡Quieren conseguirlo juntas! Se cubren las espaldas. Y se solidarizan con Odette Chaumette, cuando podrían haberla visto como una amenaza que habría que derribar. En cambio, le ofrecen que reaparezca. No hay celos. Lo único que importa es su emancipación colectiva.
Al ser un reparto coral, los actores teníamos que encontrar el ritmo acertado y un buen equilibrio. Esta es una película sobre la interpretación, sobre la vida y el trabajo de los actores, así que estábamos siempre actuando, ¡y eso fue genial! Fue muy estimulante y un sueño trabajar con todos los increíbles actores que François reunió: Isabelle Huppert, André Dussollier, Fabrice Luchini… Todos estábamos muy unidos. Dar un tono moderno a una comedia ambientada en los años 30 fue un desafío y también fue increíblemente divertido.