Dos generaciones. Quién cuida a quién

En esta película, hay una historia de partida: una treintañera con problemas de conciliación y una relación tensa con su madre. Un retrato actual basado en mi propia experiencia y en la de varias amigas. A medida que construía la historia, otros temas y capas aparecían de forma natural y emocionante.

He querido que Cinco lobitos combine el retrato generacional sobre madres actuales con el de esas otras madres, ahora abuelas, que se quedaron en casa, cuidaron de la familia y sin las cuales no se entiende la sociedad actual. He llevado a Amaia, mi protagonista, a vivir la vida de su madre a su edad. A veces, no podemos entender al otro hasta que pasamos por lo mismo. Se da la paradoja de que ella llega a entenderla como madre pero sigue necesitándola como hija.

¿Por qué dignificamos tan poco lo doméstico ni nos paramos a pensar en el esfuerzo o tiempo que hay detrás de las personas que nos cuidan? ¿Cómo vamos a dignificar algo que no valoramos? El mundo doméstico está presente en toda la película de forma recurrente. El tiempo del cuidado no es épico, ni notorio, es casi ruido de fondo, y sin embargo, es imprescindible cuidar de nuestros seres queridos y vulnerables. He querido hablar de los cuidados desde lo emocional. Quién cuida a quién en las familias es algo que nos dice mucho sobre sus relaciones y el momento que vive una familia.

Y, sin embargo, por muy adultos que nos sintamos, una puede volver a sentir que tiene doce años a la velocidad del rayo cuando su madre le regaña por cualquier tontería, incluso aunque ronde los cuarenta.

Cuidamos a nuestros padres, incluso nos convertimos en sus padres durante su vejez y, sin embargo, siempre habrá momentos donde una mirada suya nos transporte al adolescente inseguro que fuimos o haga que necesitemos su abrazo familiar, cálido e irracional. Somos hijos de ida y vuelta.

Una búsqueda. Intimidad y verdad

La familia es de las pocas cosas en la vida que no podemos cambiar. Puedes cambiar de ciudad, de pareja, de trabajo… pero no de padres. Ni de hijos. La familia nos condiciona, nos explica, nos abraza, nos saca de quicio, nos alienta… hasta límites insospechados. El cambio de roles en esta familia aparentemente convencional me ha llevado a entender la familia como un espejo honesto e implacable.

Me interesan las historias con conflictos abiertos y los rodajes donde esos conflictos pueden crecer. Intento propiciar que el guion sea una guía, una invitación a jugar y no un corsé. Evidentemente, he construido una ficción pero eso no significa que lo que ocurre íntimamente, entre los actores, no pueda ser real. Rodamos con bebés reales precisamente para mantener esa tensión en las escenas. Aposté por escenarios reducidos, rutinarios, que propician los juegos de rimas en la película.